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viernes, 14 de abril de 2023

¿AYUDO A MI BEBÉ A CAMINAR?


Es común el uso de aparatos que nos venden para para bebés, como las hamacas, parques (corralitos), arneses, columpios, taca tacas (andadores), correpasillos; que nos facilitan la vida, pero a veces nos olvidamos de las verdaderas necesidades del bebé.

El bebé busca primero el contacto con sus figuras de referencia, sus progenitores, satisfaciendo su seguridad emocional, porque constituyen la base para que quiera explorar, es decir, que el vínculo de apego es el que va a facilitar que el niñ@ tenga todas sus necesidades satisfechas (no sólo de alimentación y limpieza, sino principalmente las afectivas) y le va a brindar la seguridad emocional que necesita, para explorar su entorno con motivación y curiosidad.

El cerebro del niñ@ debe de pasar por todos los procesos de neurodesarrollo para llegar a la bipedestación (la capacidad de andar sobre las extremidades inferiores): el bebé, primero levanta la cabeza, luego se apoya en sus antebrazos para hacerlo, hace el avión, se gira de boca abajo a boca arriba y viceversa, luego se arrastra, se sienta solo, gatea, se arrodilla, se pone de pie con apoyo, luego sin apoyo, camina y luego corre; y todo lo debe de hacer por sí mismo. Nosotros solo debemos de ser los facilitadores de este proceso.

Además, durante los 2 primeros años, el niñ@ se encuentra en una etapa denominada sensoriomotora según Piaget, esto quiere decir que el bebé construye su inteligencia a partir de 2 cosas principalmente: el movimiento y sus sentidos, su desarrollo sensorial. Por lo tanto, conociendo la relación entre el desarrollo cognitivo y motor, es un poco contradictorio no ofrecer oportunidades de movimiento a los bebés e incluso impedírselas estando demasiado en tiempo brazos o colocándolos en determinados aparatos que le fuerzan a estar en una postura determinada o que se encuentran atados con arneses o correas para no moverse.

Podemos imaginarnos el desarrollo motor del niñ@ como una escalera, en la que, para construir el siguiente escalón, primero deberemos haber construido el anterior, ya que cada cosa que aprende nueva el niñ@, se apoya en lo ya adquirido, cuando tiene miedo o dificultad, regresa al escalón que le da seguridad (imaginar si no, un niñ@ que está dando sus primeros pasos, cuando se encuentra inseguro o incapaz, se agacha y sigue gateando). Tener una escalera bien formada y con todos los peldaños, le va a facilitar mucho en el futuro ya que muchas capacidades posteriores como es el desarrollo del lenguaje, la lectura, la escritura… tienen un componente motor y si esos peldaños están rotos, fallan o nunca se han construido, el niñ@ los va a tener que abordar con mayor dificultad y esfuerzo.

Un bebé que se le deja en el suelo, que no se le coloca en posturas que no sabe hacer por sí mismo, que no se le fuerza a probar nuevas posturas, que no se le coloca en la postura que a nosotros nos apetece y no a él, puede moverse, puede girarse, puede coger objetos, acercarse a ellos, cambiar de posición cuando se cansa. Puede, en definitiva, construir su propia historia, no podemos crecer por él, pero sí facilitarle el camino, darle oportunidades para moverse, prepararle un espacio adecuado, estar junto a él.

El bebé que suele estar en el suelo, descubre la forma de voltear para abandonar la posición de tendido boca arriba, fácilmente sabrá volver a ella; el bebé que llega a sentarse por sí mismo cuando se arrastra perfectamente, es capaz de abandonar la posición de sentado y tumbarse en el suelo y el que aprende a ponerse de pie sin puntos de apoyo porque domina su cuerpo, sabe qué debe hacer para volver al suelo con absoluta libertad y dominio de la situación.

El bebé siempre se debería dejar en la postura de boca arriba y experimentando con su cuerpo, llegará en algún momento aproximadamente entre los 3 y los 6 meses a voltear, primero no lo conseguirá del todo, se girará hacia un lado y volverá a la postura inicial, pero tras muchos intentos, logrará girarse y de esta manera cambiar su perspectiva, su forma de ver las cosas, su cuerpo en el espacio… (Pensar en lo importante que es automatizar este giro para cuando son más mayores y tienen que levantarse por ejemplo). Durante este tiempo que el bebé sólo puede estar boca arriba, no está quieto, puede mover la cabeza, ver las cosas que suceden en la habitación, flexionar y sacudir sus brazos y piernas, empujar con los pies y conforme su sistema nervioso se va madurando y organizando, sus movimientos se vuelven más controlados.

Al poder voltearse de boca arriba a boca abajo y cambiar de posición, se liberan las manos, que permiten llegar a cosas que se encuentran más alejadas y meterlas a la boca y de esa manera conocerlas, aunque es normal en los primeros intentos, que, al voltear, quede alguno de sus brazos bajo su cuerpo, situación que aprenderá a solucionar conforme vaya probando una y otra vez. Esta postura es importante porque el movimiento de cabeza, permite obtener las referencias espaciales necesarias para desplazar su cuerpo por el espacio.

Cuando el niñ@ se cansa en esta postura, en vez de llorar y frustrarse, generalmente, es capaz de voltear y regresar a la postura inicial de boca arriba, además rodando, es capaz de desplazarse por el espacio y llegar hasta ciertos objetos.

Después llega el reptado, en el que el niñ@ que todavía tiene su cuerpo sobre el suelo, empieza a arrastrarse para llegar a los objetos y esto lo hace porque ha construido las fases anteriores y porque tiene una motivación para hacerlo, lógicamente el niñ@ que se encuentre encerrado en un parque (corralito) no va a tener esa motivación por alcanzar una cosa que se encuentra a cierta distancia, porque no puede acceder a ella.

Todos estos movimientos como son rodar, arrastrarse, pararse, manipular un objeto, volver a colocarse boca arriba, volver a rodar… preparan su musculatura para el gateo, para sentarse y para mantenerse de pie. La cantidad de músculos que se mueven y la facilidad de movimiento de un niñ@ que se mueve en libertad no será la misma que un niñ@ que pasa la mayor parte del día atado en un carrito, en una hamaca o colocado en una postura de sentado cuando todavía no puede hacerlo por sí mismo, ya que su movimiento se reduce a la parte superior de su cuerpo (en el mejor de los casos) dejando las piernas, cadera y pies prácticamente sin movimiento.

El gateo, que es la postura en la que se apoya todo el cuerpo sobre rodillas y manos, elevando el tronco, llega después, y en muchos casos a la par o antes que aprender a sentarse solo. El gateo, el cual tiene una gran importancia ya implica mayor equilibrio, lo que pone los cimientos para estar de pie. En esta postura vuelve a cambiar su perspectiva y su forma de ver el espacio, percibiéndolo en 3 dimensiones desarrollando la convergencia visual y el enfoque de los ojos; además al desplazarse adelanta pierna y brazo contrario, este patrón cruzado es una función neurológica que hace posible el desplazamiento corporal organizado y el equilibrio del cuerpo. El gateo también permite desarrollar los reflejos de caída, los cuales ayudan a prevenir accidentes una vez andan, sabiendo apoyar las manos cuando se caen.

Como ya hemos dicho, un poco después o a la vez que empiezan a gatear, el niñ@ se aprende a sentar; no necesita apoyos, su tronco está vertical y no arqueado, su peso se apoya en sus isquiones y glúteos y no necesita la ayuda de las manos, además es capaz de abandonar la postura cuando se cansa y volver a otras para seguir explorando el espacio. No se cae estando sentado porque como se ha apoyado en las etapas anteriores, tiene ya un equilibrio más desarrollado, sus ojos están preparados para ver el espacio en 3 dimensiones y sus manos para estar libres y explorar los objetos.

Después aprende a arrodillarse, practicando la verticalidad del tronco y su centro de gravedad que es similar a cuando te encuentras de pie, desde esta postura, apoyándose en los muebles u otros objetos, aprenderá a colocarse de pie y a desplazarse, primero apoyado y hacia los lados y después sin apoyos y en todas las direcciones.

De pronto un día de pondrá de pie por si mismo y practicará el equilibrio, y días posteriores arrancará la marcha cuando menos lo esperemos, lo que significa que ya tiene suficiente equilibrio en bipedestación, su base de sustentación serán sus piernas abiertas a la altura de lo hombros y los brazos muy extendidos para tener más equilibrio y las manos listas como reacción de apoyo a las caídas, dará un paso a paso contra la gravedad. Si lo cogemos de los brazos antes de que lo haga por si mismo y lo hacemos caminar, estamos forzando su equilibrio su musculatura, podemos curvar sus piernas, podemos dislocarle un hombro… dependerá de nosotr@s para hacerlo, llorará si lo dejamos de hacer, por lo cual estamos generando dependencia, inseguridad…

Cuando el niñ@ empieza a arrastrar objetos está listo para el correpasillos…

Como hemos visto, el bebé es un ser activo que construye peldaño a peldaño su propia historia, que unos aprendizajes se apoyan en otros y que no tiene ningún sentido pretender saltarlos o forzarlos. El niñ@ necesita su tiempo, probar y experimentar, volver hacia lo que ya tiene adquirido, estar seguro de sus movimientos.

No necesita ayudas innecesarias que le obligan a saltarse etapas, a no integrar bien aspectos que necesitará en el futuro, porque todo es un continuo y ese tipo de “ayudas” que fuerzan que convierten el desarrollo en una carrera o en una competición, no le aportan ningún beneficio al niñ@.

No podemos crecer por ellos, pero sí facilitarles el camino, respetar su tiempo y sus necesidades. No es más “listo” quien llega antes, sino que hay que respetar un proceso, que se va cocinando poco a poco, no es una carrera que acaba cuando el niñ@ anda y no importa cómo llegue hasta allí, en este caso, lo que importa es el proceso.


“Dejar al bebé en el suelo, estimula y facilita un sano neurodesarrollo”.