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domingo, 31 de mayo de 2020

PAUTAS PARA ENFRENTAR MIEDOS

Los miedos en general y cualquiera de sus modalidades en la etapa infantil suponen un fenómeno universal y omnipresente en todas las culturas y tiempos. Estas sensaciones que se viven como desagradables por parte del niño(a) pueden cumplir una función de supervivencia en el sentido de apartarle de situaciones de peligro potencial (no acercarse a ciertos animales, no entrar en sitios oscuros, etc.). Sin embargo, cuando este miedo es desadaptativo (no obedece a ninguna causa real de peligro potencial o se sobrevaloran las posibles consecuencias) el resultado es un enorme sufrimiento para el niño(a) y sus padres/madres. El miedo, puede entonces condicionar su funcionamiento y alterar sensiblemente su capacidad para afrontar situaciones cotidianas (ir a dormir, ir a la escuela, estar sólo, etc.). 

No hay duda que los miedos son evolutivos y “normales” a cierta edad, cambiando el objeto temido a medida que el niño(a) crece y su sistema psicobiológico va madurando. La tendencia natural será a que éstos vayan desapareciendo progresivamente. En otras ocasiones, podemos hablar abiertamente de temores o miedos patológicos que pueden derivar hacia trastornos que necesitan atención psicológica (ansiedad, fobias). Establecer la frontera entre uno y otro (normalidad-patología) no siempre es fácil y dependerá mucho de la edad del niño(a), la naturaleza del objeto temido y sus circunstancias, así como la intensidad, frecuencia, sufrimiento y grado de incapacitación que se produce en el niño(a). 


CURSO EVOLUTIVO DE LOS MIEDOS DE 0 A 3 AÑOS 

Los diferentes estadios de desarrollo conllevan asociados la preponderancia de un tipo u otro de miedos.

Los bebés no comienzan a manifestar el sentimiento de miedo antes de los seis meses de vida. Es a partir de esa edad cuando empiezan a experimentar miedos a las alturas, a los extraños y otros. Estos tres tipos de miedo se consideran programados genéticamente y de un alto valor adaptativo. De hecho, su presencia denota un cierto grado de madurez en el bebé. A esta edad también surge la ansiedad de separación de la figura de apego. 

Entre el año y los dos años y medio se intensifica el miedo a la separación de los padres/madres a la que se le suma el temor hacia los compañeros extraños. Ambas formas de miedo pueden perdurar, en algunos casos, hasta la adolescencia y la edad adulta, tomando la forma de timidez. Lo habitual es que vayan desapareciendo progresivamente a medida que el niño(a) crece. Es en esta etapa, cuando empiezan también a surgir los primeros miedos relacionados con pequeños animales y ruidos fuertes como pueden ser los de una tormenta. 

Durante la Etapa preescolar entre los 2 y 6 años, se inicia una evolución de los miedos infantiles. Se mantienen los de la etapa anterior (extraños, ruidos, etc.) pero van incrementándose los posibles estímulos potencialmente capaces de generar miedo. Ello va en paralelo al desarrollo cognitivo del niño(a). Ahora pueden entrar en escena los estímulos imaginarios, los monstruos, la oscuridad, los fantasmas, o algún personaje del cine. La mayoría de los miedos a los animales empiezan a desarrollarse en esta etapa y pueden perdurar hasta la edad adulta, dependiendo de lo que haga o deje de hacer el adulto que acompaña. 


POSIBLE ORIGEN DE LOS MIEDOS 

Independientemente de la programación genética del niño(a) para desarrollar los miedos evolutivos normales de la infancia, se han apuntado algunos factores que pueden incidir significativamente sobre los mismos. 

Una de las variables estudiadas han sido los patrones familiares. Según algunos estudios, los padres/madres con tendencia a ser miedosos y/o con más trastornos de ansiedad suelen tener hijos con miedos o ansiedad, en mayor proporción que los padres/madres “normales”. Algunas teorías explican esta hipótesis en base a que los hijos buscan y captan la información sobre la reacción emocional de sus cuidadores ante situaciones de incertidumbre. A través del modelado (aprendizaje que efectúa el niño(a) por observación de un modelo) una madre puede alterar o modelar los miedos de sus hijos en función de las emociones que manifieste o que el niño(a) perciba. 

Otro mecanismo de adquisición o potenciación de los miedos es la información negativa (instrucciones verbales). Una información negativa sobre alguna situación o estímulo concreto puede ser una fuente que genere el temor. La capacidad de convicción vendrá condicionada por lo relevante que resulte para el niño(a) la persona que emita la información. 

En algunos casos, es correcto levantar temores, por ejemplo, por parte de los padres/madres, acerca de determinados riesgos que corren, en especial, los adolescentes. No obstante, también pueden darse informaciones erróneas por parte de personas ajenas a la familia que pueden provocar miedos injustificados. En la etapa adolescente se suele creer más a los compañeros a que a los padres/madres. 

Hay algunos tipos de miedos que se adquieren por aprendizaje directo, como, por ejemplo, el miedo a no poder respirar. Sería el caso de niños(as) que han sufrido ataques de asma o se han despertado repentinamente por la noche con la sensación de no poder respirar. 

Otra forma de adquisición es por condicionamiento. Supongamos un niño(a) que de pequeño sufrió quemaduras importantes al jugar con un petardo que le explotó en las manos. Probablemente la simple visión de los mismos o su estruendo le provoquen miedo y rechazo. Tanto más mayores fueron las consecuencias, mayor será el miedo. 

Finalmente apuntar como posible generador de miedos en niños(as), otras experiencias vitales desagradables o traumáticas, como presenciar malos tratos, peleas o situaciones que le impacten emocionalmente (accidentes, muerte de algún ser querido, etc.). En el peor de los casos, estos miedos pueden derivar en trastornos clínicos como fobias específicas, ansiedad generalizada o estrés post-traumático. Igualmente es desaconsejable la visualización de programas de televisión, películas u otros que contengan imágenes violentas o de terror cuando el niño(a) aún no presenta una edad adecuada para separar nítidamente la ficción de la realidad. 


ORIENTACIONES PARA COMBATIR EL MIEDO INFANTIL 

Antes los miedos típicos de la infancia podemos tener en cuenta unas sencillas pautas y aplicarlas en muchas situaciones: 

Es importante tener en cuenta que, la forma que tengamos de afrontar la situación instaurará más el miedo o de lo contrario lo extinguirá, como, por ejemplo, cuando un niño(a) de despierta gritando diciendo que tiene miedo a un monstruo y los padres/madres reaccionan haciendo que evite el miedo y lo refuerzan llevando al niño(a) al dormir con ellos. Este tipo de reacción de los padres/madres no ayuda al niño(a) si no refuerzan el miedo de una noche, que también se puede convertir en una forma de llamar la atención, las noches sucesivas. 
  • Ante todo, no dejarle solo cuando esté temeroso o tenga miedo. Escucharlo y respetar lo que dice el niño(a), pues para él es un sentimiento muy real y que le hace sentirse mal. 
  • Ante el miedo a la separación, ofrecerle muñecos, rituales que le puedan ayudar en la despedidas, o cuando vaya a sitios desconocidos, o al médico. 
  • Validar sus sentimientos ayudándolo a que se dé cuenta que es natural sentir miedo y preocuparse por las cosas. Le puedes trasmitir tu seguridad de que lo que ahora le parece terrorífico y amenazante él puede vencerlo y lo hará con tu ayuda y amor y cuando se vaya haciendo más mayor. 
  • Ante el miedo a los monstruos puedes buscarlos con él por el armario o debajo la cama. Que él vea que no están y para que le ayude aún más, le ofreces un dibujo o muñeco protector.
  • Leerle cuentos infantiles sobre la temática de su miedo, es un buen recurso. 
  • Si pide la luz encendida, o la puerta abierta mejor hacerlo ya que lo pide, porque se siente amenazado. Mejor no hacer de esta petición un asunto de madurez, porque le asustaría aún más. Cuando consiga superar este miedo, ya no necesitará la luz encendida, por lo que será un logro para irle recordando de cómo fue capaz de superar su miedo a la oscuridad. 
  • Ofrécele tu apoyo, contención y cobijo e incluso permite que retroceda un poco y que se muestre dependiente, que vuelva a ser un poco más bebé hasta que se sienta capaz de vencer sus temores: acurrucarlo como cuando era más pequeño, cogerlo en brazos, cantarle hasta que se duerma, acompañarlo a los sitios, etc. No temas que no se volverá dependiente permanentemente. En momentos que veas que ha estado sin miedo o que sus temores no le han bloqueado, lo mejor es reforzarlo por su valentía y por ser un “niño(a) grande”. A los niños(as) les gusta crecer y ser grandes y que sus padres/madres valoren sus pequeños logros. De esta forma, llenando su miedo de amor y destacando sus pequeños logros el niño(a) encontrará herramientas para gestionar su miedo. 
  • Hablarle de lo que puede estar sintiendo o puede estar pasando: entiendo te asuste una situación nueva, te asusta estar solo sin mamá ¿verdad?, te da miedo ir a la pediatra porque temes te haga daño etc. Explicarle cómo serán las nuevas situaciones que va a vivir o cómo serán las experiencias que no le gusta: como ir al pediatra, ir al colegio, etc. 
  • Asegúrale al niño(a) que es normal tener miedo, que tú a esa edad también tenías miedo y explícale lo que hacías para superarlos (cantar, contar en voz alta, cerrar los ojos y pensar en cosas divertidas, imaginarte que todo era de color blanco, etc.). 
  • Cuando vaya superando sus temores (que será a un ritmo lento) házselo notar de manera que pueda ir aprendiendo sobre su éxito. Siempre que nuevos miedos surjan se le puede recordar al niño(a) como venció sus antiguos temores, y, por tanto, trasmitirle la confianza que con este nuevo también será capaz de superarlo.

ALGUNAS TÉCNICAS PARA SUPERARLOS MIEDOS 

Estas instrucciones son generales y deben ajustarse a la edad del niño(a) y sus características. Cada caso en particular, tendrá una forma de abordase. 
  • Recordemos que el modelado, es decir, los comportamientos que el niño(a) observa de los padres/madres son patrones que interioriza. Los padres/madres excesivamente preocupados pueden ser un mal modelo y aumentar la tensión. En primer lugar, vivir la situación del niño(a) con tranquilidad, sin mostrar (al menos delante de él) preocupación o angustia. 
  • No forcemos al niño(a) a efectuar aquellas conductas que teme. Hay que trazar un plan de forma que podemos crear aproximaciones sucesivas. Por ejemplo, un niño(a) que teme a la oscuridad, no podemos pretender que lo supere inmediatamente por mucho que se lo razonemos. Hay que crear una gradación de situaciones (por ejemplo, diferentes habitaciones con distintos grados de iluminación hasta llegar a la oscuridad total) para que el niño(a) vaya progresando. Tras la permanencia un determinado tiempo en una de estas habitaciones podemos reforzarle con algún premio o efectuar alguna acción de su agrado. El próximo día probaremos en otra un poco más oscura. Hay que avanzar paulatinamente. No dar importancia a los retrocesos y celebrar los pequeños pasos. La solución a los miedos no es evitarlos sino enfrentarnos a ellos. Sin embargo, en el caso de los niños(as), debemos hacerlo con calma y con mucho sentido común. Utilice el juego y la imaginación. 
  • Algunas técnicas psicológicas utilizan la llamada escenificación emotiva en donde las diversas aproximaciones del niño(a) al objeto o situación temida van acompañadas de instrucciones previas en el que ha de adoptar el papel de ayudante o colaborador de algún héroe de ficción de su elección. El niño(a) se imagina que está ayudando a su héroe favorito en la consecución de alguna misión. No obstante, estas técnicas deben ser aplicadas y controladas por un profesional ya que forman parte de lo que se conoce como desensibilización sistemática. Se trata del tratamiento psicológico más utilizado en trastornos de miedos, fobias y ansiedad. 
  • Una forma muy eficaz de actuar es mediante el modelado. Uno de los padres/madres puede efectuar la conducta temida (p.e. estar en la habitación a oscuras) para enseñar al niño(a) que no sucede nada. No obstante, el modelado es más eficaz cuando el modelo es de la misma edad del niño(a). En especial, terapias efectuadas en grupo de iguales para exponerse a los estímulos temidos (oscuridad, animales, etc.) han resultado muy eficaces en niños(as). 
  • Evitar siempre ridiculizar al niño(a) por sus miedos, en especial, delante de sus compañeros. No reírse de él, no castigar ni sermonear. La atención debe estar dirigida a las posibles soluciones no a las consecuencias punitivas. 
  • Evitar el que vea películas, juegos o actividades que comporten violencia, miedo o terror. Procurar que las personas de su entorno no lancen mensajes amenazadores (“si no comes llamaré a....; si no te portas bien se lo diré a ...”). No se trata de aislar o sobreproteger al niño(a). Hasta cierto punto el niño(a) debe ir integrando las diferentes emociones y el miedo forma parte natural de nuestra vida desde el inicio. No obstante, siempre será de gran ayuda que estas emociones estén reguladas por el consejo y el acompañamiento de los padres/madres. 
  • Puede resultar también útil, según el caso, la introducción de alguna técnica de relajación.
  • Cuando los miedos son más severos, persistentes y alteran significativamente el funcionamiento del niño(a) en su entorno familiar, escolar o social, podemos encontrarnos con trastornos que ya no formarían parte del ciclo evolutivo “normal” sino que deberían ser objeto de tratamiento especializado (fobias específicas, trastornos de ansiedad u otros). Ante cualquier duda consulte con un profesional de la salud mental. 

LO QUE NUNCA SE DEBE HACER
  • Utilizar sus miedos para controlar su conducta o como motivo para castigarlo; "si no comes vendrá el coco y se te llevará; si no te duermes te apago la luz o te cierro la puerta; si no te tomas la medicina mañana vamos al médico a que te pinchen, etc." Además de ser cruel, es un método insuficiente pues no ayuda al niño(a) a saber que puede vencer su miedo, ni le ayuda a saber cómo hacerlo.
  • Negar su sentimiento: con expresiones tipo: “¡qué tontería!, ¡pero si no pasa nada, no lo ves!, ¡serás tonto, pero como puedes tener miedo a eso!”. Son expresiones que pretenden anular lo que le niño(a) siente, aumentado aún su inseguridad e incluso bloqueo.

¿CUÁNDO BUSCAR AYUDA PROFESIONAL? 

Estos miedos puede ser la manera en que el niño(a) esté pidiendo ayuda, pueden estar encubriendo un problema. 
  • Si los temores de un niño(a), o el miedo en general, empiezan a invadir y a cambiar el día a día en la vida del niño(a). 
  • Si los miedos duran un período muy largo de tiempo y son muy intensos. 
  • Si afectan a su capacidad para relacionarse con los demás.

Si no han tenido éxito aplicando estas pautas, consulte su problema directamente; cada caso requiere una solución diferente, creativa y asertiva.