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GUÍA Y ACOMPAÑAMENTO INFANTO - JUVENIL

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lunes, 4 de mayo de 2020

PONIENDO LIMITES PARA EDUCAR

Es muy importante acompañar a los niños(as) en su proceso de crecimiento y desarrollo. Este camino es único y personal, por ello dejarles ser, crecer y desarrollarse respetando su libertad, es lo natural y beneficioso para ellos(as), pero debemos de tener cuidado en este camino y no caer en los excesos de la permisividad. 

No debemos confundir el respeto de la libertad con dejarles a solas en este complicado proceso. Debemos acompañar a los niños(as), guiar sus pasos y a medida que avancen este camino, las guías, los límites irán desapareciendo porque estarán preparados para transitar el camino sin los mismos.

ES IMPOSIBLE EDUCAR SIN INTERVENIR 

Cuando el niño(a) nace, no tiene conciencia de lo que es bueno ni de lo que es malo. Los adultos somos los que hemos de decirle lo que está bien o lo que está mal. Los niños(as) necesitan referentes y límites para crecer seguros y felices. El niño(a) con límites se siente más querido y seguro, porque sabe que se preocupan por él, se siente atendido, querido, y seguro del afecto del adulto que se preocupa por él. 

La ausencia de límites es como la ausencia de señales en un camino. Puede hacer que el niño(a) se sienta perdido y no sepa por donde continuar. El límite debe ser entendido como una pauta necesaria para que los niños(as) sepan lo que se espera de ellos(as). El límite no debe ser entendido como un castigo, sanción o imposición. No debe ser violento, ni sinónimo de gritos. 

Cuando los padres/madres dicen “no”, en los momentos apropiados, con confianza, firmeza y con amor, está educando de manera positiva el carácter del niño(a). Los padres/madres que son incapaces de decir “no”, desde un inicio tendrán un grave problema para manejar la conducta del niño(a) a futuro. Poner límites es fundamental. 

Los límites por lo tanto son necesarios en la educación, como elementos de guía, aportan beneficios como: 

• Seguridad y confianza. Saber por dónde ir da seguridad, porque se sabe que es el camino adecuado. Los límites son imprescindibles para que los niños(as) se sientan seguros, tranquilos y ganen autonomía poco a poco, sabiendo que hacer y qué no. 

• Les aporta los conocimientos que les permite hacer por sí solos el trayecto, pero con la seguridad de seguir las pautas apropiadas. 

• Les permite diferenciar entre lo que se espera y no de sus conductas o comportamientos. 

¿CUÁNDO ESTABLECER LOS LÍMITES Y LAS NORMAS CON LOS NIÑOS(AS)? 

EMPEZAMOS SIN DARNOS CUENTAS CON LOS HÁBITOS Y LAS RUTINAS… 

Una de las mayores preocupaciones de los padres/madres es saber cuándo empezar. ¿Cuándo es el momento en que dejan de ser unos bebés a los que se les ríen las gracias para convertirse en unos niños(as) capaces de seguir unas normas o reglas? Este paso no es algo drástico, que sucede de un día para otro, es una transición paulatina a la que los padres/madres tienen que adaptarse en función del momento de maduración del niño(a). 

Los padres/madres deben comenzar a transmitir normas de conducta y límites desde que los niños(as) son pequeños. Durante los tres primeros años de vida, las normas y los límites se aprenden en base a las rutinas, asociadas a hábitos (alimentación, higiene, sueño, etc.). 

Las rutinas y los hábitos siembran las bases de las primeras reglas que organizan, rigen la conducta y educan la voluntad del niño(a). También, a través de estos, se enseñan valores básicos como: la obediencia y el orden. Las bases del desarrollo de los valores en general dependen de un “límite” aprendido tempranamente, un límite de nuestro propio cuerpo y del descubrimiento de nuestra propia autonomía en relación a los demás. 

En conclusión, si acostumbramos al niño(a) a que siga siempre una secuencia de acción (con la comida, con el baño, con el juego) es más fácil que participe en ella de principio a fin, aunque estas secuencias cada vez se vayan haciendo más complejas. Es importante ser lo más repetitivos posible en estas rutinas, sobre todo cuanto más desorganizado tienda a ser el niño(a) en sus ritmos vitales (de comidas, de vigilia-sueño). 

APRENDIENDO EL “NO” SIN ABUSAR 

Desde el nacimiento hasta los tres años aproximadamente suceden muchísimos cambios y el niño(a) alcanza grandes logros evolutivos. El niño(a) aprende a desplazarse y a superar la fuerza de la gravedad poniéndose de pie al mismo tiempo que adquiere el dominio de su cuerpo. Conquista una de los logros evolutivos más importantes: se inicia en el uso del lenguaje, empieza a hacer uso de un pensamiento rudimentario que le permite darse cuenta de que es un ser diferenciado con voluntad propia (aparición del NO, del YO y de las temidas rabietas). Esta etapa todavía es temprana para esperar un razonamiento deductivo. Pero es una buena edad para ir afianzando los prerrequisitos necesarios en el aprendizaje de las normas. 

Los límites del entorno se aprenden desde el propio cuerpo, desde el momento de la lactancia, desde que se enseña al bebé a succionar correctamente del pecho, para que pueda alimentarse adecuadamente. Enseñar a cómo hacerlo, en sí, ya es una forma de decir “así no, porque haces daño”.  

Empezar a entrenar la obediencia del “no”, debería ser una de las prioridades de los padres/madres cuando los niños(as) llegan al año. 

Los niños(as) de 12 a 24 meses, ya tienen la suficiente capacidad para entender el “no”. El problema radica en que se trata de una palabra que, si se escucha con mucha frecuencia, pierde su verdadero valor; por ello hay que dejarles claro, que cuándo la decimos “no” va en serio. Es importante considerar que siempre va a ser mejor educar en positivo para que el niño(a) explorador se sienta en un mundo seguro; es decir, crear un ambiente para que el niño(a) pueda jugar sin problemas, en vez de estar todo el tiempo diciendo “no”. Si se utiliza el “no” muchas veces, el niño(a) se insensibilizará y dejará de hacer caso, aprenderá que el mundo es un lugar inseguro. Los niños(as) no entienden en el “no” de la misma manera que los adultos. Para ellos el “no” es una negativa tajante a sus deseos; “quiero hacer tal cosa, pero no me dejan, no soy libre de hacerlo”. Un niño(a) de 2 años, recibe un “no” con mucha frustración, debido que está en plena etapa de reafirmación de la autonomía, por ello son típicas las pataletas, rabietas, llantos y enojos, a esta edad. Se debe intentar resolver esta frustración sin dejarles hacer lo que quieran o acceder a todos sus deseos; es decir, aprender a decirles que “no” pero de una forma positiva, con palabras alternativas, para poder lograr el mismo objetivo, pero sin generar una reacción negativa. Esto es utilizando lo que se llama la disciplina positiva. 

El “no” se va empezando a entender a partir de los 18 meses más o menos. Más allá del decir “no” hay otras vías para comunicar que algo no es seguro o apropiado. Cuando una madre dice detente, o deja eso, o no es seguro o cuando redirige físicamente al niño(a) a otra actividad, está modificando gentilmente el comportamiento y enseñando límites. 

Entre los 2 y 3 años de vida, suceden grandes cambios funcionales a nivel de las conexiones neuronales. El niño(a) ya puede entender el “no” claramente, debido a que las áreas frontales también van creciendo y, progresivamente, va desarrollando mayor conciencia diferenciada de sí mismo, capacidad de autocontrol y la autorregulación de la propia conducta. La inhibición de su conducta a través de juegos, rutinas, normas y reglas; es el mejor ejercicio, que le podemos proporcionar, para el desarrollo cortical. En conclusión, un “no” bien utilizado, las normas y el desarrollo de la capacidad de inhibición y control, son grandes activadores de la mielinización frontal. 

¿QUÉ DEBEN HACER LOS PADRES/MADRES ANTES DE APLICAR LAS PAUTAS? 

PONERSE DE ACUERDO. Todas las personas que forman parte de la crianza del niño(a) deben de tener los mismos criterios educativos. Una de las tareas más difíciles es mantener los mismos criterios. Es fundamental ponerse de acuerdo para que los niños(as) puedan asimilar límites (coger solo esto, jugar solo con esto, etc.), las rutinas (la hora de las comidas, el baño, la hora de dormir) y las normas (salir a la calle con abrigo, ver la tele solo media hora, pintar únicamente en folios, etc.). 

Los adultos que conviven con el niño(a) tienen que estar de acuerdo en los límites que se van establecer; es decir, que está permitido y que está prohibido hacer. La ambivalencia entre los padres y/o madres crea confusiones y un vacío en los límites. Cuando los padres/madres no se ponen de acuerdo los niños(as) se sienten desorientados, inseguros y más proclives a hacer rabietas. El niño(a) insiste porque sabe quién es el que siempre va a ceder.

¿QUÉ PODEMOS HACER? 

• PROPORCIONAR MENOS POSIBILIDADES DE QUE SE META EN PROBLEMAS. Cuando el bebé empieza a deambular por la casa gateando o logra ponerse de pie, empieza la etapa del "eso no se toca" o "eso no se hace". Está bien quitar del alcance del niño(a) todo aquello que pueda resultarle peligroso, pero no se debe quitar absolutamente todo. Un aprendizaje importante para el niño(a) es saber que hay cosas que pueden tocar y otras que no. 

• DISTRAER LA ATENCIÓN. El dirigir la atención del niño(a) en otra cosa, es una buena estrategia para apartarlo del objeto o una actividad peligrosa o que no le conviene. 

• PONER LÍMITES ADECUADOS A LA CAPACIDAD DEL NIÑO(A). El grado de autocontrol y de tolerancia a la frustración está muy relacionado con la capacidad de la familia para hacer respetar su autoridad. Pero el grado de autocontrol depende no solo de la actitud de los padres/madres, sino de la edad del niño(a), su capacidad de autorregulación emocional y de aprendizaje. La familia tiene que poner límites claros que sean adecuados a lo que el niño(a) puede ofrecer. Un niño(a) puede haber aprendido que cuando papá dice que no, esa decisión es inamovible, pero también puede saber que se le permitirá expresar sanamente los que siente por estar en desacuerdo. 

• ENSEÑARLE EL EJEMPLO DE LA CONDUCTA QUE ESPERAMOS DE ÉL. Frecuentemente decimos “pórtate bien”, “no hagas eso”, etc., todas esas instrucciones son inespecíficas y genéricas, ya que tienen diferentes significados para las personas. En lugar de eso, procuremos darles ejemplos claros y concretos de qué hacer (que esperan de mí): “coge mi mano para cruzar la pista”, “lávate la cara, los dientes y las manos” ... etc. Esto dará mejores resultados. 

• SER MUY PERSISTENTES Y REPETITIVOS. A la hora de enseñar un comportamiento adecuado al niño(a), habrá que ser muy persistente y repetitivo y lo más probable, es que finalmente acabemos quitando el objeto de su vista, pero solo por un tiempo. Al día siguiente, tiene que volver a estar en su sitio y seguramente el niño(a) nos mire a medida que se acerca a ello porque recuerda que algo pasa en torno a ese objeto. Por esta razón, se tienen que establecer unas normas claras de comportamiento, afirmarse en los límites y volver a recordarle que no puede coger ese objeto y darle alternativas con las que jugar o entretenerse. Repetirla las veces que sea necesario, porque después de todo, lo que estamos haciendo es educarle. 

• SER FIRMES Y TRANQUILOS. Corregirle de forma calmada pero firme, sin dudar, no implica dejar de ser cariñosos. El tono de voz indicará cariño, la expresión indicará firmeza. Así, que si un niño(a) coge el muñeco preferido de su hermano y lo tira al suelo una y otra vez, a la tercera vez se lo quitaremos de las manos y le explicaremos de nuevo que eso no se hace. 

• ESTABLECER UN LIMITE A LA VEZ. Al enseñar, el establecer demasiadas reglas a la vez es contraproducente, puede frustrar al niño(a), subir sus niveles de ansiedad y agresividad de forma desmedida. 

• DAR MENSAJES CONGRUENTES, CLAROS Y CONCRETOS, utilizando frases muy sencillas, como, por ejemplo: “está sucio”,” caliente”, “peligroso”, usando un tono de voz firme para darle el mensaje, pero sin gritar y sin alterarnos. No vale con decir “pórtate bien”, sino explicar qué conductas son esas que queremos que tenga (los pies fuera del sofá, hablar sin gritar...) Lo mismo sirve para el “siéntate bien” o “habla bien” y parecidos. Necesitamos explicar primero qué significa eso de “bien”. Antes de dar una larga explicación que pueda distraerlo, es mejor decir la razón en pocas palabras. Los sermones son poco efectivos. 

• BRINDAR UN MENSAJE NO VERBAL CLARO. Cuando los niños(as) son muy pequeños no captan el mensaje que nosotros le verbalizamos, pero sí el tono emocional del mismo, cuando le decimos las cosas de una forma seria o enfadada. En mirarle a los ojos, con gesto serio moviendo la cabeza, agacharse y ponerse a su nivel; y acompañarlas de gestos que puedan entender. Es importante entrenar signos y sonidos de desaprobación. 

• SER CONGRUENTE CON EL LENGUAJE VERBAL Y EL NO VERBAL. Si decimos que no a algo o estamos diciendo que es peligroso, nuestras palabras y gestos deben de coincidir. Algunos padres/madres pueden caer en el error de desaprobar con una sonrisa, por lo tanto, el niño(a) se quedará con la sonrisa y le confundiremos. 

• DECIR EN FRASES EN POSITIVO. Los niños(as) responden mejor a normas y límites, que se expresan de forma afirmativa en lugar de negativa. En vez de decirles que 'no griten', podemos pedirles que hablen en voz más baja o más tranquila y en lugar de explicarles únicamente que no se debe pegar, podemos decir que hay que tratar con respeto y cariño al resto de niños(as). 

• DAR MENSAJES ASERTIVOS. Es muy diferente decir “eres un desordenado”, que decir “es hora de recoger los juguetes”. La palabra de los padres/madres es como ley para el niño(a), por ello debemos prestar atención a lo que decimos y evitar etiquetar y decir adjetivos calificativos negativos. 

• ENSEÑAR LAS CONSECUENCIAS. Ponerle ejemplos sencillos de lo que puede pasar si no obedece. Explicar el porqué de las cosas de forma clara, corta y sencilla. “esto te hará daño”; “si tiras los juguetes de otros niños(as), ellos se sentirán tristes”, etc. Si se conocen las reglas en la familia, el niño(a) evitará realizar comportamientos o conductas negativas, porque tiene claro las consecuencias.  

• DAR ALTERNATIVAS DE SOLUCIÓN. Dar a escoger entre dos opciones, como por ejemplo elegir qué ropa quieren ponerse, qué fruta quieren comer, etc. brinda una libertad que enseñará que, si es posible que puedan elegir, reduciendo así las resistencias. Cuando se sugieren alternativas aceptables por ejemplo “te puedo dar el helado después de comer”, el niño(a) se siente más comprendido en sus deseos y recibe un trato menos arbitrario, basado en la empatía. 

• IMPLICAR AL NIÑO(A) EN LA SOLUCIÓN DEL PROBLEMA. El adulto que educa, debe darle la oportunidad al niño(a) de aprender de la experiencia. El niño(a) aprende de sus errores cuando se le hace partícipe en la reposición del daño causado; ayudando a arreglar el juguete quebrado, el dedo maltratado del hermano, etc. Las llamadas de atención por sí solas, a menudo son insuficientes para que el niño(a) se dé cuenta de que con su acción ha roto el vínculo de confianza mutua y de solidaridad, al hacer algo desagradable a los otros, claro sí existe una fuerte relación familiar. 

• EDUCAR LA VOLUNTAD. Los niños(as) deben aprender a controlar sus impulsos, sus deseos y voluntades, desde edades tempranas. De este modo, aprenderán no sólo a controlarse como también a esforzarse para conseguir lo que desean: “El esfuerzo a la recompensa”. Aprenderán que sólo con el esfuerzo se consigue y alcanza lo que se propone. 

• EDUCAR EL RESPETO A LA AUTORIDAD. Enseñar al niño(a) a pedir permiso, estimula la reflexión, la empatía y reafirma la integración al grupo familiar. 

• ESTABLECER DIFERENCIAS EN LOS LÍMITES ENTRE LOS HERMANOS. Los hermanos mayores tienen la sensación de que crecer sólo trae consigo obligaciones y por ello no tardarán en aparecer conductas regresivas (comportamiento infantil). Por otro lado, los hermanos pequeños no desearán crecer, para conservar privilegios. Debemos incentivar con hechos que el hacerse mayor será deseable, porque ser pequeño no trae consigo todos los privilegios. 

• REFORZAR SIEMPRE LAS BUENAS CONDUCTAS. Sucede menudo que los padres/madres pasan por alto los buenos comportamientos de los niños(as) y solo les prestan más atención cuando se portan mal. Los refuerzos sociales y afectivos positivos, como las caricias, palabras positivas, ante el buen comportamiento, hacen que estos se mantengan más. 

• FELICITARLE Y/O PREMIARLE CUANDO CUMPLA LAS NORMAS. El reforzamiento positivo es más efectivo. Los refuerzos sociales, cómo los gestos de cariño besos y abrazos, siempre son los más efectivos. Si se hace uso de lo material debe ser simbólico (una chuche, lacasitos, su comida favorita, etc.) o de actividad (leerle su cuento favorito, ir al parque etc.). Los sociales suelen ser los más efectivos acompañados del ejemplo (modelado). 

¿QUÉ NÓ HACER? 

• DESAUTORIZARSE MUTUAMENTE. Cuando se producen desacuerdos entre los padres/madres sobre la forma de educar a los niños(as), se debe evitar discutir delante del niño(a). También se debe evitar centrar la autoridad en un solo padre – madre o delegar la autoridad en el otro. 

• AUTODESAUTORIZARSE. En muchos casos, los padres/madres caen en el error de decir: “ya verás cuando venga papá”, “ya verás cuando venga mamá”. Estas expresiones, aparte de ser amenazas poco efectivas, tienen el mensaje implícito de autoconsiderarnos incapaces de hacer que el niño(a) nos obedezca. 

• ALTERARSE. El alterarse no conduce a nada, siempre hay que mantener la calma y ser pacientes. Recordar que se está educando y que la actitud recibida es el ejemplo del trato a dar. 

• EMITIR JUICIOS DE VALOR CALIFICANDO AL NIÑO(A). Los límites deben fijarse de manera que no afecten el respeto y la autoestima del niño(a). Se trata de poner límites sin que el niño(a) se sienta humillado, ridiculizado o ignorado. Cambiar el “eres un tonto, no puedes” por un “vamos tú puedes, ya aprenderás. 

• CEDER. Intentar no modificar las consecuencias una vez establecidas. Este es otro momento complicado, porque se trata de mantenerse firmes en el NO ante las peticiones, ruegos, llantos o incluso agresiones. Si se ha establecido una regla que se cree esencial y que se considera que el niño(a) puede cumplir, se debe mantener pase lo que pase. Si se cede, el niño(a) se acostumbra a que puede cambiar lo que no le gusta mediante agresiones o llantos y lo que se pretende es que aprenda a tolerar la frustración de no conseguir lo que quiere y ser capaz de controlar el enfado que siente y manifestarlo sin dañar a los demás. 

• EXCEDERSE EN DECIR NO. Ante muchos Noes, el niño(a) creerá que el mundo es un sitio negativo, y crecerá siendo una persona negativa e insegura. Los niños(as) obedecen más cuando les decimos qué es lo que tienen que hacer en un tono amigable, en vez de decirles que es lo “no” tienen que hacer. 

• SOBREPROTEGER. La sobreprotección trae consigo un mensaje de incompetencia. La lástima promueve la debilidad, mientras que la comprensión promueve fortaleza. 

• CREAR UNA LUCHA DE PODER. Decir: “quiero que...”, por ejemplo, en vez de decir “quiero que apagues el televisor en este momento” mejor, es decir: “es hora de apagar la tele e irse a dormir”. 

• TENER UNA ACTITUD DEMASIADO AUTORITARIA Y DOMINANTE CON EL NIÑO(A). Ejercer la potestad de forma autoritaria influye negativamente en los niños(as) y causa los siguientes efectos: falta de autoestima, inseguridad, baja inteligencia emocional, baja capacidad de tomar decisiones, dificultades en las habilidades sociales, entre las más importantes. 

• EL COMPARAR AL NIÑO(A) CON OTROS O ENTRE HERMANOS, creará rivalidad y problemas de autoestima. 


Espero que estas pautas generales les puedan ayudar. El educar es una tarea de toda la vida y cada etapa es diferente. 


Tener paciencia. El trabajo con los límites es un proceso y puede llevar su tiempo y en un comienzo, puede tener una respuesta desafiante por parte del niño(a). Seguidamente aprenderá. 

Recordar que el ejemplo tiene más fuerza que las reglas, aprendemos más de los que vemos que de los que nos dicen. 

Libertad con responsabilidad y límites con amor.