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lunes, 20 de abril de 2020

¿COMO AFRONTAR LAS RABIETAS?


¿QUÉ SON LAS RABIETAS? 

Son comportamientos o arrebatos emocionales perturbadores o desagradables que se presentan con frecuencia en respuesta a deseos o necesidades insatisfechas. Las rabietas tienen mayor probabilidad de presentarse en niños(as) los primeros años de vida, sobre todo cuando no pueden expresar sus necesidades o controlar sus emociones ante las frustraciones.


Las rabietas son comportamientos naturales durante el desarrollo de la primera infancia. Los niños(as) tienen una tendencia normal y natural a afirmar su independencia a medida que aprenden que son personas aparte de sus padres/madres. 

Este deseo de control a menudo se manifiesta diciendo "no" frecuentemente y teniendo rabietas. Éstas empeoran por el hecho de que el niño(a) puede no tener el vocabulario para expresar sus sentimientos.


¿CUÁNDO Y CÓMO APARECEN LAS RABIETAS? 


En los primeros meses de vida atendemos de forma natural y de manera rápida una serie de comportamientos infantiles (llantos, caras tristes, estar quieto, vómitos, etc.). Nadie lo duda, son indicativos de que algo pasa y con nuestra atención buscamos el bienestar físico y anímico del niño(a). Es un ser indefenso y hay que atenderle. 


Durante este tiempo el niño(a) ha estado aprendiendo que algunos de sus comportamientos son siempre atendidos. Usa esos comportamientos para que le atiendan. "Reaprende" cómo conseguir atención, usa la rabieta para conseguir algo. 

De manera natural (en principio, no premeditadamente) hace uso de esas conductas de llamar la atención cuando no consigue algo que desea, por ejemplo: una chuchería o más tiempo de TV. El resultado más frecuente es que consigue lo que desea. Aprende que puede doblegar a los adultos y es en ese momento cuando las rabietas se complican. La repetición de estos comportamientos y de la obtención de lo deseado le enseña algo nuevo: la voluntad de los adultos se puede doblegar si se hace uso de las respuestas adecuadas como lloros, gritos, etc. A estos comportamientos los podemos llamar ahora rabietas. Esta secuencia de aprendizajes se puede ir complicando de maneras muy diferentes según los casos. Suele empezar a aparecer alrededor de los 18 meses, pero es más común y parte de la etapa del desarrollo socioemocional que aparezca alrededor de los 2-3 años de edad, cuando se deja la etapa de bebé y se pasa a ser niño(a), y se comienza a ser más autónomo y consciente de la individualidad (aunque se siga dependiendo de la ayuda y apoyo de los mayores). A esta edad, el niño(a) ya puede caminar, alimentarse y comunicarse, de forma rudimentaria, con las personas que le rodean. En estos momentos, los niños(as) comprenden que tienen sus propios deseos y necesidades, diferentes a los de sus padres/madres, comienzan a expresar sus opiniones, a comunicar lo que les gusta o lo que no, lo que quieren o no quieren hacer, y esto, en muchas ocasiones, al no coincidir con los propósitos de los padres/madres, acaba convirtiéndose en fuente de enfrentamientos y tensiones. Para el niño(a), aceptar un “NO” en plena etapa de reafirmación de la autonomía (alrededor de los 2 años) provoca frustración, que se traduce en pataletas, rabietas, llantos y enojos, por ello es importante empatizar con el niño(a).


¿QUÉ DEBEMOS HACER PARA PREVENIR LAS RABIETAS? 

Las rabietas son parte de la vida diaria de algunos niños(as), aunque pueden ser menos frecuentes en otros. 

CONOCER LAS CARACTERÍSTICAS DEL PROPIO NIÑO(A)
Limitar las frustraciones atendiendo al temperamento del niño(a) y sus ritmos. Si el niño(a) es muy nervioso/a, necesitará correr cada día, o si se pone de muy mal humor cuando tiene hambre se debe evitar, llegar a ese extremo. 

RESPETAR LA CONDICIÓN DE SER NIÑO(A) 
Los niños(as) tienden a tener más rabietas cuando están cansados (por ejemplo, cuando no han dormido la siesta), porque son menos capaces de hacer frente a las situaciones frustrantes. En estas ocasiones, es mejor que el niño(a) se acueste. 
El hambre puede contribuir a las rabietas. 
Las rabietas también aumentan durante una enfermedad. 
Poner la casa “a prueba de niños(as)”, con objeto de reducir el número de ocasiones en que se les va a decir que “no”, también facilita la prevención. 
La atención de los niños(as) suele ser corta, por ello evitar situaciones como, por ejemplo, si nos encontramos con amigos en la calle, no podemos pedirle a un niño(a) de dos años que tolere media hora de conversación. 

LOS LÍMITES AYUDAN AL NEURODESARROLLO 
Es importante saber que, entre los 2 y 3 años de vida, suceden grandes cambios funcionales a nivel de las conexiones neuronales. El niño(a) ya puede entender el “no” claramente, debido a que las áreas frontales también van creciendo y, progresivamente, va desarrollando mayor conciencia diferenciada de sí mismo, capacidad de autocontrol y la autorregulación de la propia conducta. Por ello, la inhibición de su conducta a través de juegos, rutinas, normas y reglas; es el mejor ejercicio, que le podemos proporcionar, para el desarrollo cortical. En conclusión, un “no” bien utilizado, las normas y el desarrollo de la capacidad de inhibición y control, son grandes activadores de la mielinización frontal. 

ESTABLECER LÍMITES CLAROS Y PONERSE DE ACUERDO 
Es importante establecer normas razonables, consecuentes, claras y coherentes, y no cambiarlas, para que el niño(a) conozca perfectamente donde están sus límites. Esto es absolutamente clave: el que algo se pueda o no se pueda hacer, no debe depender del humor que tengan en ese momento el adulto. Las reglas y las consecuencias deber ser siempre las mismas, independientemente de quien esté en ese momento al cuidado del niño(a). 

DESARROLLAR LA TOLERANCIA A LA FRUSTRACIÓN 
Se pueden evitar muchas rabietas, organizando la vida del niño(a) de manera que la frustración permanezca dentro de los límites de su tolerancia la mayor parte del tiempo. 

TENER TACTO VS. IMPONER 
Cuando se fuerza al niño(a) a hacer algo que no le resulta agradable, o se le prohíbe algo que le gustó, se debe hacer con el mayor tacto posible. Si ves que se está enojando o alterando acerca de algo, se debe intentar hacer que le sea más fácil aceptarlo. Por supuesto debe salir con el abrigo puesto, si eso es lo que se le ha dicho, pero quizás no necesite llevar el cierre del cuello abrochado todavía. No hay ninguna ventaja en desafiar al niño(a) con cosas absolutas que hay que "hacer" y "no hacer" o en acorralarlo en situaciones en las que su única opción es explotar de rabia. Hay que dejarle una ruta de escape digna. 

PREVENIR 
Anticiparse a la situación es garantía de éxito. Los padres/madres saben perfectamente cuáles son las situaciones que pueden desencadenar una rabieta. ¿Por qué tentar la suerte? No pasa nada por dar un rodeo para no pasar por delante de la tienda de chuches, delante de la cual sabemos que el niño(a) disfruta haciendo rabietas todas las tardes. 

ANTICIPAR LAS CONSECUENCIAS 
La mejor forma de luchar contra las rabietas es procurar que no aparezcan. Y para ello conviene anticiparse a posibles problemas. Por ejemplo: uno de los lugares donde suelen darse más rabietas es el supermercado, así que hay que ir prevenidos. Es bueno dejar todo claro antes de entrar: avanzarle que solo se va a comprar leche, pan y huevos, y nada más. Después, una vez dentro, podemos dejar que el niño(a) participe en la compra cogiendo las cosas que se van a comprar (las más pequeñas, claro) y metiéndolas en la cesta. De esa forma estará distraído y se sentirá útil, lo que evitará otras tentaciones. 

REFORZAR LOS COMPORTAMIENTOS POSITIVOS 
Muchas veces olvidamos reforzar a los niños(as) cuando tienen conductas y comportamientos positivos. Algunos niños(as) sacan la conclusión de que solo les prestan atención cuando se portan mal. En el día hay un montón de oportunidades para decirles lo bien que hacen las cosas: “¡Qué bien está comiendo hoy mi niño(a)!”, “¡me encanta cuando juegas con tu primo sin pelearte!”, “¡cómo me gusta recojas tus juguetes!”. 
Otra opción para anticipar las consecuencias, es reforzar, por ejemplo, una buena conducta; es decir, entre otras cosas hacerle caso y alabarle cuando su conducta sea la adecuada. Hay que reforzar la buena conducta, con palabras, por ejemplo: “cómo te estás portando tan bien, al terminar te subo en el caballito”. Pero ¡ojo!, tratándose de niños(as) tan pequeños la recompensa tiene que ser pronto y no es conveniente hacerlo siempre, ya que así entendería que solo tiene que portarse bien a cambio de premios. 

BRINDAR ATENCIÓN 
Dedicar al niño(a) todos los días un "tiempo de juego", atención en exclusiva, donde él/ella sea protagonista, es la mejor inversión anti rabietas que podemos hacer.
El niño que no recibe la suficiente atención y la consigue sobre todo cuando hace "cosas malas", está recibiendo el mensaje: “si me porto mal, me dan atención, porque cuando me porto bien no me hacen caso”. 

DESPISTAR 
A María se le ponen las orejas rojas, Jesús aprieta fuerte los puños, David lloriquea y se mueve inquieto en su silla... Son los signos de alarma que avisan de que el niño(a) está a punto de perder el control. En estas situaciones hay que echar mano de la capacidad de improvisación y creatividad que cada padre/madre lleva dentro, para desviar la atención del niño(a). “¡Mira, vamos a contar cuántos coches rojos pasan!”, le dice Sonia a su hija cuando la niña empieza a agobiarse en el autobús… 
En las fases iniciales, una pequeña dosis de humor y, si es posible, intentar distraer al niño(a) desviando su atención hacia otra actividad u objeto, pueden ser de mucha utilidad. 

DAR OPCIONES 
Muchas veces las rabietas son muestras de rebeldía. Por eso es frecuente que cada vez que se le diga que no haga algo, él intente hacerlo. Pero si tras un “no” vienen dos “síes”, la cosa cambia. Se le está prohibiendo una cosa, pero permitiendo otras dos. Así, si después de decirle que no puede pintar en la pared se le explica que sí puede pintar en la cartulina o jugar en el parque, es posible que su rebeldía se aplaque. 

AVISAR AL NIÑO(A) CON TIEMPO 
Algunas de estas rabietas pueden ser prevenidas dando un margen de tiempo para hacer las cosas o una advertencia con unos minutos de anticipación, en vez de pedirle de pronto, que deje inmediatamente de hacer lo que está haciendo. 


¿QUÉ HACER DURANTE DE LAS RABIETAS? 

NO RESPONDER CON ENFADO 
Responder con otra rabieta es una forma de fomentarlas. Es la mejor excusa para iniciar un pequeño número de enfado en cualquier momento, ya que para los niños(as) sus padres/madres son sus modelos de referencia y les encanta imitar todo lo que hacen. También es importante no permanecer enfadados con el niño(a) eternamente. Pasados unos minutos, ya no sabrá por qué papá o mamá fruncen el ceño. Su pataleta ya pasó, y tal vez ni siquiera se acuerda de ella. 
A veces es difícil, pero se debe crear un clima de tranquilidad en torno a la situación; es decir, mantener la calma y el control. No regañar, ni gritar al niño(a) porque, además de no solucionar nada, genera más inseguridad y constituye un mal ejemplo. 
El niño(a) no debe percibir que su conducta altera a sus padres/madres, que les incomoda, que existe una discordancia entre lo que sienten y lo que dicen. No podemos enfadarnos y, gritando, aclararle: “¡no me importa cómo te pongas, así no vas a conseguir nada!”; porque estamos mostrando que “algo” sí ha conseguido. 

NO TRATE DE RAZONAR CON EL NIÑO(A) 
Tampoco hay que intentar razonar con el niño(a), porque en ese momento no nos escuchará. Simplemente hay que decirle: "Veo que estás muy enfadado, te dejaré solo(a) hasta que te calmes”. Deje que el niño(a) recupere el control. Después de la rabieta, asuma una actitud amistosa y trate de normalizar las cosas. 

EXPLICACIONES CORTAS 
Si se intenta explicar a un niño(a) inmerso en un verdadero ataque de enfado, por qué es injusta su reacción, lo más probable es que él siga tirado en el suelo llorando y pataleando sin cesar. La razón es que en esos momentos lo único que escucha es su propio llanto, por lo que es difícil hacernos entender en esas circunstancias. Frases como: “no hay caramelos porque acabas de comer” o “si no duermes, mañana estarás cansado para jugar”, dichas cuando se va a iniciar la rabieta, pueden servir para evitar su enfado. El pequeño las entenderá sin problemas y si aún no está lo suficientemente alterado, pueden disuadirle. 

IGNORAR 
Al igual que pasa con los adultos, con un niño(a) en pleno ataque de ira, no se puede razonar. Lo mejor que podemos hacer es ignorar su comportamiento, no prestarle ninguna atención. ¿Y eso por qué? Pues porque la pataleta es un comportamiento negativo y nuestra atención un premio, por lo tanto, no tiene sentido premiarle con atención, aunque sea para regañarle, si lo que queremos es que deje de comportarse así. 
En casa es muy fácil. Basta con cambiarnos de habitación y seguir a lo nuestro. Seguramente ni tendremos que molestarnos en vigilarlo, ya que es muy probable que nos siga por toda la casa. 
Si estamos en la calle, el manejo es diferente. Si estamos en una zona sin peligro basta con alejarnos unos metros, no mirarlo o hacer como que hablamos por teléfono. Si se puede hacer daño o intenta golpearnos a nosotros podemos sujetarlo con firmeza. En un restaurante, lo más probable es que tengamos que sacarlo fuera un ratito hasta que se calme y, seguramente, en alguna ocasión habrá que ceder y que se salga con la suya. Esta debe ser la excepción y no la norma, ya que si los niños(as) aprenden que llorando y pataleando al final obtienen lo que quieren, estamos perdidos. 
Ignorar es una manera efectiva de impedir las rabietas o, al menos, de evitar reforzarlas. Debemos saber, que cuando empezamos a ignorar las rabietas, éstas pueden intensificarse durante un período de días o semanas antes de empezar a ceder. 
Si no se logra controlar la rabieta, y la situación lo permite, se puede adoptar una actitud de indiferencia y hacer como que se ignora la conducta del niño(a), para lo cual no debe manifestarse enfado, ni deben hacerse promesas o proferir amenazas. Porque el niño(a), con la rabieta, pretende llamar la atención y si hacemos todo eso, aunque no consiga aquello que motivó la rabieta, de algún modo habrá salido ganando y, sin querer, podemos reforzar ese comportamiento o sea le "enseñaremos" a tener más rabietas. 
Suelen ser efectivas algunas instrucciones específicas sobre cómo ignorar una rabieta, por ejemplo: “Sepárese a dos pasos. Continúe haciendo lo que estuviese haciendo. No hable o hable sólo con un tono de voz neutral. Si el niño(a) está cerca de un objeto peligroso, aléjelo de ahí. No deje que el niño(a) se haga daño o cause daño a nadie”. 

CAMBIAR DE ESCENARIO 
En ocasiones, ni ellos mismos sabrán cómo terminar con su propia rabieta. Es beneficioso cambiar de lugar: salir con ellos en brazos del espacio en el que se encuentran e ir a otro más abierto. A la vez el paseo puede distraer su atención y hacer que se centre en otra cosa. 

INTENTAR QUE ESCUCHE 
Para calmarlo e intentar conseguir que salga de ese estado, debemos tratar de que nos escuche. Para ello, se recomienda arrodillarse frente al niño(a), cogerlo(a) por los hombros con firmeza y mirarlo(a) hasta que él fije sus ojos en los del adulto. Entonces será el momento de hablarle con calma. Hay que advertirle de que solo le escucharemos cuando hable en un tono normal, sin gritos ni llantos, porque de otra forma es imposible entenderle. Está bien el explicarle que cuando llora así, nadie puede escucharle, por lo que no sabemos lo que quiere. 

DEJAR QUE SE CALME SOLO 
Los niños(as) también tienen derecho a desahogarse, por lo que a veces es incluso positivo que pasen por una rabieta. Cuando está inmerso en un ataque de furia, se le puede decir: “Pues sí que estás enfadado, avísame cuando se te pase”, y acto seguido alejarse un poco de él. Será consciente de que nos preocupamos por lo que le pasa y pero que no conseguirá nada poniéndose así. 

CONTENER 
Si el niño o logra calmarse por sí mismo, darle autoinstrucciones, diciéndole: “calma… respira”, con tono de voz suave. Luego cogerle abrazarle y mecerle(balancearle) para que calme, se sienta escuchado y logre autorregular sus emociones. A veces, la contención emocional es la mejor solución para el niño.


¿QUÉ HACER DESPUÉS DE LAS RABIETAS? 

MANTENERSE FIRMES 
Resulta mucho más fácil decirlo que hacerlo, pero es la estrategia más infalible. La negativa debe ser irrevocable. Para empezar, porque ayuda a dejarle claro que su rabieta no le llevará a conseguir lo que quiere. No debe concedérsele lo que quería, para no reforzar su conducta, como tampoco conviene ofrecer premios o recompensas para que abandone su rabieta. 
Muchos padres/madres dicen “me parece que no”, cuando realmente quieren decir un “no” rotundo. Cuando el niño(a) protesta suficientemente y el/la padre/madre cede, refuerza con ello la rabieta. Los niños(as) rápidamente distinguen entre los “Noes” duros (“No se juega con los cuchillos”) y los “Noes” blandos (“no hay galletas antes de cenar”) y rara vez sufren rabietas a causa de los primeros. 
Es fundamental que el/la padre/madre sienta que controla la situación. Puede que durante un tiempo el niño(a) siga poniéndolas en práctica, pero en la mayoría de los casos se dará cuenta de que la fórmula no le funciona y acabará por dejarla. 

ELEGIR ENTRE DOS OPCIONES 
Es saludable permitir que los niños(as) realicen pequeñas elecciones frecuentemente, todas dentro del terreno de lo aceptable (p. ej., “¿Quieres tomarte la leche en el vaso azul o en el rojo?”). Siempre que sea posible, ofrecer al niño(a) la posibilidad de elegir entre dos opciones disponibles. La mayoría de las veces el enfado vendrá ocasionado por querer algo que no puede tener, por ello es importante dejar al niño(a) elegir solo entre dos opciones. Si se le pregunta “¿qué quieres de postre?”, el abanico de opciones que se abre es infinito y no siempre al gusto de los adultos. Sin embargo, si se le da elegir únicamente entre dos opciones, ambas válidas, es más que probable que todo siga en calma. Preguntando “¿quieres un plátano o prefieres un yogur?”, se le cierran las opciones posibles sin que él se dé cuenta. Y no tendremos que decirle “no”. 

PASAR PÁGINA 
Una vez que haya pasado la rabieta, aunque estemos todavía con el enfado del mal rato que hemos pasado, debemos cambiar de chip rápidamente y dar por zanjado el tema sin hacer comentarios sobre lo que ha ocurrido.

CASTIGO 
El castigo físico, indica al niño(a) que el padre/madre ha perdido totalmente el control sobre la situación. 
Una vez que ha pasado la rabieta, no se debe castigar ni gritar, sino dar seguridad y afecto, pero sin mimar en exceso ni dar ningún tipo de premio, explicándole lo inadecuado de su comportamiento. 
Asegurarse de que las rabietas no resulten amenazantes a la autoestima del niño(a), en cuanto a los comentarios negativos y humillantes que se den entorno a ella. Es mejor decirle al niño(a) que ha “perdido el control” en vez de decirle que se ha “portado mal”. 



La solución ante las rabietas no solo parte del nuestra actitud, conocimientos y experiencia, al manejarlas, sino de descifrar que la ha causado, las circunstancias, las características del niño(a) y de nuestras respuestas creativas ante la situación. 

A veces, la combinación de varias pautas aplicadas con sentido común, ayudan a controlar a que esta etapa sea pasajera.