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martes, 12 de mayo de 2020

¿SENTAR O NO SENTAR AL BEBÉ?

Muchos padres y madres suelen sentar a sus bebés entre los 6 y 9 meses, cuando éste protesta y llora por estar tumbado en el suelo. Si bien es un ítem de desarrollo, que los bebés logran en este trimestre, no debemos forzarlos a estar en esta postura, si no lo han logrado por sí mismos. Es diferente sentar al bebé con apoyo que, sin él, como lo explico a continuación. 

El cerebro del niño debe de pasar por todos los procesos de neurodesarrollo para llegar a la bipedestación (la capacidad de andar sobre las extremidades inferiores): el bebé, primero se gira de boca abajo a boca arriba y viceversa, luego se arrastra, se sienta solo, gatea, se arrodilla, se pone de pie con apoyo, luego sin apoyo, camina y luego corre; y todo lo debe de hacer por sí mismo. Solo se debe ser facilitador de este proceso. 

Los pasos previos a la sedestación (sentarse) son importantes, porque preparan y desarrollan el control del tono muscular de la zona lumbar.

A los cinco o seis meses de edad (el margen se sitúa entre los cuatro y los siete meses) el bebé permanecerá sentado cuando lo sentemos. A partir de entonces, conviene sentarlo con apoyo o en nuestro regazo, mirando al frente, para que entrene la sedestación. Pero no es conveniente dejarlo sentado sin apoyo, pues aún no está preparado para esta postura. Observamos a esta edad, que cuando sentamos al bebé, tiene la espalda encorvada y trata de mantenerse con las manos echadas hacia delante, solo logra mantenerse en esta postura segundos y se cae hacia los lados o hacia atrás, debido a que el tercio inferior de la espalda está inmadura, con poco tono muscular y por este mismo motivo, es incapaz de sentarse solo aún. También existe inmadurez en el desarrollo de las reacciones de apoyo y de caída en esta postura, las cuales dependen del desarrollo del sistema laberíntico (sistema de pasillos fluidos en el oído interno, incluyendo tanto la cóclea que es parte del sistema auditivo como el sistema vestibular que provee el sentido del equilibrio). 

Mientras el bebé no sea capaz de sentarse por sí mismo, sin puntos de apoyo, no deberíamos colocarle sentado, al menos con la espalda perpendicular al plano de apoyo. En todo caso, podemos utilizar la hamaca en momentos puntuales, pero procurando que la espalda esté muy recostada, como si estuviera tumbado boca arriba o boca abajo. Él bebé intentará y, algunas veces, conseguirá incorporarse y colocarse en posición de semisentado. Pero, la naturaleza es muy sabia y, si no tiene apoyos artificiales, como no está preparado para sentarse, abandona esta posición muy pronto. 

Sin embargo, cuando el bebé es capaz de sentarse por sí mismo, nos está indicando que el equilibrio, el control de la columna vertebral y de la pelvis son suficientes como para sentarse sin esfuerzos y lo hará sin necesidad de apoyos, ya no se caerá hacia los lados ni hacia atrás. 

Por otro lado, cuando tenemos un bebé con buena complexión y tono, y lo sentamos cuando aún no lo hace por sí mismo. En mucho de los casos sucede, que para alcanzar algo que le llama la atención adquiere patrones de desplazamientos alterados como son las alteraciones del gateo. Una de ellas y la más común es la del “culeteo” que es el desplazamiento desde la postura de sedestación. Es un movimiento que rompe el equilibrio biomecánico de la columna vertebral y empobrece la constitución de la espalda, la cadera y el fémur. El bebé que “culetea” dirige demasiado pronto la visión al infinito y no puede desarrollar correctamente la binocularidad (la capacidad de visión en que los dos ojos se utilizan conjuntamente) y la capacidad de enfoque. Recordemos que el infinito visual empieza a los cinco metros de distancia de la cara. 

Por otro lado, el bebé que está sentado en la hamaca por mucho tiempo y no se mueve por el suelo; es candidato a presentar alteraciones funcionales de la visión y del sentido de ubicación espacial. 

En conclusión, toda alteración que interrumpa un neurodesarrollo sano, puede acarrear futuras dificultades de aprendizaje.